En el año 1998 gané un concurso radiofónico cuyo premio era una viaje a Londres para ver el concierto presentación del nuevo disco de Mike Oldfied: Tubular Bells III.

La fecha fue el viernes 4 de septiembre de 1998 (¡precisamente escribo este relato justo 19 años después!) y el lugar el Horse Guard Parade en Londres.

Los de la radio (si no me falla la memoria era Cadena 100) me pagaban el billete en AVE hasta Madrid y desde allí el avión a Londres, con los traslados y alojamiento incluidos.

Lo primero era elegir a la persona que me iba a acompañar al viaje. Yo tenía novia pero a ella no le gustaba la música de Mike Oldfield. Tenía amigos que si hubieran flipado con este viaje, pero nos pillaba un poco jóvenes. Si, ya sé que por aquel entonces tenía 20 años, pero era estudiante, no tenía trabajo, ahorros ni tarjetas bancarias y evidentemente vivía con mis padres. Demasiada aventura para irse de viaje al extranjero, ¿no? Así que decidí ir con mi padre, que me serviría como apoyo económico y al él le hacía cierta ilusión este viaje.

Lo primero que me sorprendió de viaje es que no íbamos solos. Es más, ni siquiera Cadena 100 estaba realmente pagándonos el viaje: era Warner Music, la productora de Mike Oldfield en aquella época la que había seleccionado a algunos periodistas y críticos musicales de diferentes medios para ir de invitados a la presentación del disco; y Cadena 100, en lugar de enviar a su crítico musical (el conocido Carlos Finaly, imagino), decidió montar un concurso para enviar a un oyente de la emisora. Así que allí en el aeropuerto de Madrid, me reuní con los críticos de diversos periódicos, cadenas de radio y televisión y nos montamos en un avión de los de verdad (nada de low cost ni mierdas como la de ahora) destino a Londres.

El trato fue por supuesto VIP: nos regalaron una copia a cada uno en CD del nuevo disco y así como diverso material de merchadising (aun guardo un pequeño anteojo en una bolsita negra con el logo del Tubular Bells). Una vez en Londres, nos recogieron en autobús y nos llevaron a un hotel de 5 estrellas muy cercano de la famosa calle Baker StreetThe Landmark London. Tengo una foto al lado de una de las palmeras que tiene el hotel en el vestíbulo.

Allí en recepción nadie hablaba español. Cosas de los hoteles de 5* de Inglaterra (¿te imaginas un hotel de 5* en España donde nadie hablara inglés?). Nos pidieron una tarjeta de crédito y no entendíamos porqué, ya que íbamos a gastos pagados (ahora ya sé que es común pedir una tarjeta como garantía, aun teniéndolo todo pagado, pero en aquella época no lo sabía). Aclarado el tema de la tarjeta nos empiezan a preguntar sobre algo de las camas. Yo que iba oxidado con el inglés le indico a la recepcionista que queríamos dos camas separadas. Como no podía ser de otra forma, al llegar a la habitación comprobé que efectivamente, nos habían dado una cama de matrimonio. En fin, pasamos del tema. Como habíamos volado el mismo día del concierto, me di una ducha, me puse mi traje, cogí mi cámara de fotos de carrete, mi grabadora de bolsillo de cintas magnéticas y nos fuimos a recepción a esperar de nuevo al autobús que nos llevara con todos los críticos musicales al concierto.

Sobre el concierto sólo decir que estaba muy bien organizado, pero al ser al aire libre y en Londres sucedió lo inevitable: estuvo lloviendo casi todo el tiempo. Se retransmitió en directo para varios países (en España lo retransmitió TVE 2) y además Warner Music sacó una edición en DVD al mes siguiente. Allí estaba yo, en la fila 7 a la derecha del escenario. El mítico Richard Branson aguantó en primera fila (era más VIP que yo) todo el concierto. Y la Reina de Inglaterra estaba al fondo del todo, en un balcón del Horse Guard Parade; recuerdo perfectamente haber reparado en ella vestida de blanco (o eso parecía) en el iluminado balcón a lo lejos. Grabé el concierto en unas mini cintas casetes que aun conservo e hice algunas fotos con la cámara analógica que no fueron muy buenas dada la distancia al escenario.

Al acabar el concierto había dos opciones: o volverse en el autobús contratado al hotel o ir a la fiesta privada VIP que había tras el concierto y después buscarse las formas de volver al hotel….

¡Así que fiesta privada! Lamentablemente Mike Oldfield no se pasó por allí, o si lo hizo fue antes de que yo llegara y durante un periodo muy breve de tiempo. Pero si estuve hablando con Rosa Cedrón, cantante y violonchelista por aquel entonces del grupo gallego Luar Na Lubre y que había colaborado con Mike Oldfield en el Tubular Bells III (había tocado y cantado en el concierto). Hablé también con los muchachos de Dark Star, el club de fans y fanzine oficial de Mike Oldfield. Recuerdo que les pedí hacerme una foto con ellos y me preguntaron extrañados que porqué, que ellos no eran famosos. Les dije amablemente que llevaba mucho tiempo suscrito a su fanzine y me hacía ilusión tener una foto con ellos. Así que se la hicieron y posteriormente les envié una copia por correo postal. También charlé brevemente y me hice una foto con las “Net Girls: eran dos chicas, una rubia (con un aire a Claudia Schiffer) y una morena de muy buen ver con camisetas blancas ceñidas y que trabajaban de algo parecido a unas reporteras para una página web de finales de los años 90, en la que iban de reportaje y de entrevistas por eventos de famosetes de Londres. Aquella página despareció hace ya muchos años y no he logrado encontrar nada de aquellas chicas (al menos me queda la foto).

Otra cosa que me pareció alucinante fue poder ver el modelo original de la portada del Tubular Bells III. Allí, en la entrada de la fiesta había una vitrina con el brillante tubo retorcido que habían usado para realizar la portada del disco. También habían pintado un gran mural con el mismo motivo. Sin duda Warner Music sabía montar fiestas post concierto.

Al terminar la fiesta privada, algo que parecía a priori fácil se convirtió en una odisea: encontrar un taxi. Era la madrugada del 5 de septiembre de 1998. Llovía en Londres y no había ningún taxi libre para volver al hotel.

Un negro que no conducía un taxi se paró y nos dijo a mi padre a mi que nos llevaba. No tenía ni idea en aquella época de que existieran taxistas piratas y aquello parecía muy sospechoso. Pero estábamos tan desesperados que nos metimos en aquel coche. Mi padre. que era previsor, había cogido una tarjeta del hotel y se la enseñó al conductor. Miró la dirección de la tarjeta y nos dijo de antemano las libras que nos cobraría por aquel trayecto. Nos pareció bien y le dimos el ok.

Realmente el taxista pirata fue honrado: negoció con nosotros de antemano la cantidad y cumplió su parte. Podría no habernos dicho nada y habernos pedido el doble o el triple de dinero en cualquier calle oscura; un par de extranjeros perdidos y mojados como nosotros hubieran soltado la pasta casi sin dudarlo.

En el camino hacia el hotel recuerdo que al pararse en un semáforo coincidió con otro conductor que conocía. Abrieron las ventanillas y se saludaron. El del otro coche le preguntó qué hacía y él contestó “making some money“. Fue la primera vez que veía ese sistema de taxis piratas, algo que era algo completamente inexistente en mi ciudad, y se ve que era un servicio muy solicitado en Londres ya que, evidentemente, había más demanda que taxistas. 10 años después volví a Londres y tuvimos que coger otro taxi pirata. En esta ocasión, el conductor indio si que nos timó al llevarnos a otro hotel (de la misma cadena) en lugar de al nuestro, y tuvimos que pagarle 2 viajes.

De vuelta al hotel, solicitamos (no sé muy bien cómo) que nos despertaran a cierta hora temprano por la mañana (para poder coger el bus de grupo y volver al aeropuerto) y terminaron trayéndonos el desayuno a la cama en una bandeja. Hay que recordar que no tenía teléfono móvil en aquella época y había viajado sin despertador.

Yo aun no lo sabía pero 10 meses exactos después, el 4 de julio de 1999, volvería a ver a Mike Oldfield en directo (segunda y última vez), esta vez sin tener que viajar tanto, ya que fue en Úbeda (Jaén).


Cuando mi jefe me pilló El concurso de la radio (parte 1)

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