Cursaba yo alguno de los primeros cursos de EGB (10-12 años supongo) cuando la profesora nos mandó como tarea el medirnos usando una regla. Era un metro de esos rígidos de plástico hechos para usar con la tiza la pizarra, de 100 cm de longitud y color marrón claro. El objetivo de la actividad era tener que realizar dos medidas y sumarlas para conocer nuestra estatura, ya que todos teníamos edad para medir más de un metro.

– Tenéis que colocaros junto al metro en la pared, marcar dónde queda la distancia de un metro y volverlo a poner midiendo hasta la parte de arriba de vuestra cabeza. – explicó la señorita Mari Carmen Ortiz. – Anotad vuestra altura en el cuaderno.

Entonces se me ocurrió el chiste fácil. El empollón de la clase, Antonio, era un chico bajito. Quiero decir que era más bajito que la media, aunque sobrepasaba de seguro el metro de altura.

Me giré a Quico, mi compañero de pupitre, y le dije en un tono más alto quizás del debido:

– Antonio no tendrá que poner el metro dos veces, con la primera medida será suficiente.

Quico se rió pero mi compañera Mari Ángeles sentada en el pupitre de atrás también lo escuchó y se chivó a la profesora. Me dio una buena reprimenda e incluso el afectado llegó a enterarse. No recuerdo mucho pero si que creo que la bronca fue grande.

Parece que no hizo mucha gracias mi chiste.


Un condensador ardiendo Cuando mi jefe me pilló

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