Corría el año 1998 cuando Mike Oldfield, músico al que reverenciaba (y aun sigo) desde los 14 años, se preparaba para sacar una nueva revisión de su disco más clásico: Tubular Bells III. Una emisora de radio nacional (creo que era Cadena 100) organizó un concurso que consistía básicamente en enviar una postal (no existan redes sociales en aquella época) explicando porqué te gustaba la música de Mike Oldfield y un afortunado ganador, podría ir acompañado al concierto presentación del Tubular Bells III en Londres.

Ni que decir tiene que iba a participar en aquel concurso. Pero estuve dándole vueltas a la cabeza y pensé que una postal normal y corriente con una foto turística de mi ciudad tendría pocas posibilidades de salir elegida en aquel concurso. En aquella época un amigo había comenzado a trabajar en una tienda de revelados de fotografía y me había comentado que tenían una máquina capaz de revelar una foto a partir de una imagen de ordenador. Aquello era muy novedoso: en 1998 todavía las fotos se sacaban mediante revelado de un carrete analógico. No había cámaras digitales y obtener una foto en papel de una imagen de ordenador no estaba al alcance de cualquiera.

Así que escogí una imagen muy chula que alguien había diseñado por internet de la campana original del Tubular Bells, con su forma clásica retorcida, pero en lugar de estar sobre un fondo de playa, ésta estaba sobre un lago con unas montañas al fondo. La imagen llamaba mucho la atención y al estar en papel de fotografía lo hacía aun más.

Mi amigo me hizo la copia sin problemas; escribí por detrás como si de una postal se tratase, le puse un sello y la eché en el buzón. La suerte estaba echada.

No recuerdo preocuparme mucho por el resultado del concurso. Nunca me había tocado nada así que no volví a pensar en aquello.

Unas semanas después, un sábado por la mañana, me hallaba yo durmiendo mis 12 horas de rigor (bendita juventud) como solía hacer todos los sábados. A eso de las 10 de la mañana entra mi madre en la habitación con el teléfono fijo en la mano (nadie en mi casa tenía móvil en aquella época) y me despierta diciéndome “te llaman por teléfono”. Mi madre no solía molestarme los sábados por la mañana, respetaba mi homenaje a Morfeo una vez por semana. Pero a las 10 de la mañana, si me llamaban por teléfono o venía alguien buscarme a casa, me despertaba.

Me da el teléfono y se va (ella no sabía quién era). Yo lo cogí medio dormido y lo atendí como pude. Me llamaban de la radio: tenían allí mi foto/postal seleccionada junto a la de otro concursante. Uno dos de los dos seria el ganador del viaje a Londres para ver a Mike Oldfield. Yo, medio dormido, no daba crédito a lo que me decían. ¿Me llaman para decirme que aun no han decidido quién es el ganador? ¿Tienen a otro concursante allí al teléfono esperando impaciente? ¡Menuda tortura!

Así que mientras me tienen allí pegado al teléfono, aun metido en la cama, me torturan con toda una canción completa y al final de ella, la presentadora dice algo así como “tengo aquí dos postales, sólo una será la ganadora…. ¿quién será?”. Pueden imaginarse el sufrimiento innecesario.

Pero si cuento esto, es porque finalmente gané yo. Quiero pensar que era todo un paripé radiofónico y que no tenían allí colgado al teléfono a otra pobre persona esperando saber quién era el afortunado ganador. Indicar que ni yo ni el otro supuesto concursante intervenimos hasta que se dijo que yo era el ganador.

Pero aun no había terminado la “bromita” de la radio. Cuando me dan como ganador, entro en antena, me felicitan, me hacen un par de preguntas de rigor y me despiden. Pero claro, justo en ese momento pregunté lo que el 90% de la personas hacen en la misma situación “¿Puedo saludar?”. La respuesta de la locutora fue inmediata: NO. Yo pensaba que estaba de broma; ¿porqué no me va a dejar dedicar 20 segundos a saludar si siempre dejan?. Así que comencé rápidamente a soltar la ristra de saludos obligados: a mi novia, a mi amigo, a… ¡y la locutora me cortó!. “Te he dicho que no” dijo en antena. Así que hice el ridículo más espantoso en mi primera intervención radiofónica.

Pensaréis que total, seguro que nadie que me conociera me estaba escuchando… ¡pues no! Recibí llamadas de amigos y conocidos (vale, quizás sólo fueron un par de ellos) que estaban escuchando aquella emisora, aquel día y a esa hora exacta. Cosas de la vida.

En fin, al menos me iba a ver a Mike Oldfield. La fecha, el 4 de septiembre de 1998. El lugar, la plaza Horse Guard Parade en el centro de Londres. Pero esa historia la contaré en otro post.


El concurso de la radio (parte 2) El robo de la calculadora

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